sábado, 22 de diciembre de 2012

OIGAN LAS FIESTAS DE TOROS · EMSEMBLE ELYMA & ARS LONGA DE LA HABANA

La cultura del toro llegó al continente americano de la mano de los españoles que arribaron a sus costas a finales del siglo XV. En aquellos tiempos todavía no había tomado cuerpo la forma moderna de la corrida de toros que, en España, empezó a concretarse a mediados del XVIII pero, desde muchos siglos atrás, el toro formaba parte de los ritos y tradiciones de los habitantes de la península ibérica que, por más señas -o quizás por eso-, era también conocida como "la piel de toro" y que los españoles llevaban consigo allá donde se establecían. Pero no es cosa de alargarse en esta entrada -cuyo móvil es la presentación de un villancico coincidiendo con las fiestas navideñas- en los orígenes de la cultura  del toro, de eso ya se ocupó en su tiempo el Catedrático de la Historia de las Religiones don Ángel Álvarez de Miranda en su libro "Ritos y Juegos del Toro". Aquí, como decía, de lo que se trata es de presentar un villancico de contenido taurino con el que felicitar a todos los seguidos de este CANCIONERO TORERO y, sin más tardanza, a eso vamos. Para ello nos trasladamos hasta la ciudad boliviana de Sucre en pleno siglo XVIII, en donde nació Roque Jacinto de Chavarría (1688-1719) que compuso este villancico, "Oigan las fiestas de toros", en el año 1718, y que es un magnífico documento de cómo se celebraban los festejos taurinos, allende los mares, en épocas anteriores a que Costillares empezara a diseñar en España la corrida moderna, cosa que ocurrió a mediados de aquel siglo.

Pero antes de proseguir con la presentación del villancico creo que es de justicia dedicar algo de espacio a la figura del compositor del que, después de mucho buscar, tan solo he encontrado el párrafo que sigue: "Chavarría es hasta ahora un ilustre desconocido: apenas dos de sus composiciones fueron grabadas anteriormente, y sólo una de ellas publicada en partitura moderna. Es una verdadera injusticia, dada la gran originalidad de su producción. Chavarría, hijo natural de una mestiza, ingresó en la capilla musical de la catedral de La Plata en 1695, a poco de fallecida su madre. En líneas generales, su carrera corresponde a la de sus contemporáneos: cuando cambió la voz, en 1704, continuó trabajando para la catedral, ahora en plaza de músico. Su voz de adulto, sin embargo, no mantuvo las cualidades especiales que pueda haber tenido de niño. Aprendió, pues, a tocar instrumentos: se registra su participación como arpista y ejecutante de violón (bajo de cuerda). En esta época debe haber vivido en el Seminario y desarrollado estudios regulares para el sacerdocio en la universidad de San Francisco Javier; llegó a obtener el título de bachiller en artes y tomó las órdenes mayores (que habilitan para decir misa). Al mismo tiempo, estudió contrapunto y composición con Araujo. Ni su formación general, ni su dominio de la técnica compositiva de la época muestran fisura alguna: resultado, en parte, de la extraordinaria calidad de la enseñanza que los jesuitas impartían en la universidad, y en parte del celo didáctico de Araujo. Se diferencia de los músicos coetáneos suyos, sin embargo, en su talento. Conocemos a Chavarría principalmente a través de sus obras: cuando la muerte le sorprendió, el 8 de diciembre de 1719, muy a destiempo, no había escrito nada que sobreviviera, ni siquiera su testamento. Pero su medio centenar de obras -principalmente villancicos policorales en castellano- bastan para delinear una personalidad distintiva. Chavarría tiene algo de sinfonista: sus villancicos crecen, tanto en tamaño como en intensidad expresiva y despliegue de color sonoro. Por, una parte, enhebra tópicos y figuras musicales, tantos como el texto y la música lo permiten; mientras más, mejor. Por otra parte, lleva los tópicos o temas expresivos de sus villancicos hasta el límite del lenguaje policoral; utiliza tramas sonoras de complejidad sin igual en su época, por medio de una verdadera orquestación de recursos solísticos y corales -sus villancicos para Guadalupe presentan mucha de su mejor música-. A veces se encariña con una palabra o un estribillo, los trabaja primorosamente -dos, tres, seis, doce voces, siempre en denso contrapunto- y los convierte en la deslumbrante columna vertebral de sus composiciones. A pesar de su talento, Chavarría tuvo mala suerte. No llegó a cumplir 32 años: es posible que se lo llevara la tremenda epidemia que abrió una senda de pestilencia y muerte, especialmente entre los indígenas, a lo largo de Sudamérica, de Buenos Aires a Cuzco."

En este villancico de estilo barroco, conservado en el "Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia", en Sucre, cuyo título, "Oigan las fiestas de toros", refleja claramente su contenido, la protagonista es una Virgen torera -Nuestra Señora de Guadalupe que, desde la introducción de su culto en 1602 hasta la actualidad, sigue siendo la protagonista principal de las fiestas locales y ocupa un papel central en la vida de la ciudad- que elude hábilmente las múltiples embestidas del Mal, personificado en los distintos toros que van saliendo al ruedo que los espectadores celebran por medio de la expresión quechua "Guachi toro", especie de burla a la impotente bestia. Su letra refleja el discurrir de la Fiesta Taurina en aquella remota época  y las características de los diferentes toros que salen a la plaza. Interpretan el villancico "Ensemble Elyma - Ars Longa de La Habana - Cor Vivaldi - Els Petits Cantors de Catalunya" bajo la dirección de Gabriel Garrido. El vídeo enlazado, con imágenes de la ciudad de Sucre, está alojado en el canal "Música Renancentista y Barroca de España y América".

OIGAN LAS FIESTAS DE TOROS
Roque Jacinto de Chavarría

Oigan las fiestas de toros
que se juegan a una Infanta
recién nacida en Judea
y aplaudida en Chuquisaca.
¡Vaya de fiesta, vaya!

Con fervor sus ciudadanos
procuran el festejarla
y, católicos, le rinden
lo más serio de La Plata.
¡Vaya de fiesta, vaya!

A las fiestas, !plaza!
¡Vaya de silbos! ¡Vaya!
que entra el ganado diciendo:
¡aparta, aparta!
Y en caballitos ligeros de garbo,
entran saltando y limpiando la plaza,
con cascabeles, plumajes y cintas,
son de la fiesta
la gloria y la gala.
Guachi, (guachi), guachi toro ¡hao!

¡Aparta, (aparta)!
¡fuera! ¡aparta!
Que entra el ganado
rompiendo a carreras la florida plaza.
Guachi, (guachi), guachi toro ¡hao!

¡Aparta, (aparta)!
¡fuera! ¡aparta!
Que entra el ganado brotando rabia.
Una fiera es el Barroso,
el Colorado hace raya,
¡fuego, (fuego), (fuego)!
¡huyan (huyan)
de aquese Pintado!,
guachi, (guachi), guachi toro ¡hao!

Un rayo es aquel Corneta,
y no es menos el Bragado,
Guachi toro ¡hao!
Encierren presto, presto,
que han de ser fiestas de garbo ¡Toquen!

¡Toquen clarines!
¡Toquen clarines, toquen!

¡Vaya de fiesta y de canto!
¡Viva la Infanta María!
¡Viva!
A quien damos la gloria
y el aplauso.

[Coplas]

¡Toro fuera! iba el Barroso
y sale desatinado,
embistiendo antes del 'fiat'
porque le picó el 'faciamus'.
Guachi toro ¡hao!

Tiró fuerte al Damasceno,
y ese polvo le ha cegado.
La tierna Infanta 'in mente' estando,
sin saber como, muerte le ha dado.
Guachi toro ¡hao!

El Colorado ardiente
y de su sombra espantado,
al 'tulit' da embestida,
ya 'et hominem' ha tocado.
Guachi toro ¡hao!

Salió herido de su astucia
pues embistió, 'nolo grando'.
La tierna Infanta, 'in mente' estando,
su cerviz fiera le ha domeñado.
Guachi toro ¡hao!

El Negro sale, valiente,
desde el principio bramando,
y al 'praecepit' que le embiste,
'ne comedas' encontrando.
Guachi toro ¡hao!

De su embestida furiosa,
no tuvo mas que el amago.
La tierna Infanta, 'in mente' estando,
a su osadía de pie le ha dado.
Guachi toro ¡hao!

El Pintado sale a la plaza
y de verla, atolondrado,
indiferente 'ad soporem',
'ad Virago' se ha llegado.
Guachi toro ¡hao!

Ardiendo el Pintado astuto,
la embestida asegurando.
La tierna Infanta, 'in mente' estando,
a su embestida le dará el pago.
Guachi toro ¡hao!

Echando fuego el Corneta,
sale hecho una furia, un rayo,
y al 'praecepit vobis Deus',
con 'Sicut Dei' le dió el salto.
Guachi toro ¡hao!

Logró la fiera engañosa
verter al género humano.
La tierna Infanta, 'in mente' estando,
salió al empeño con Dios humano.
Guachi toro ¡hao!

El Bragado sale a la plaza,
chispas de sí disparando,
y Aurora, 'quasi con si agens',
dió el rejón 'in verbum caro'.
Guachi toro ¡hao!

Con el agua de la Gracia,
quedó deshecho el Bragado.
La tierna Infanta, ya alboreando,
dió a su veneno antidotario.

[Segundo estribillo]

¡Viva!
¡Viva la Infanta María!
Pues en las fiestas,
triunfa del pecado.

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